Vais a perdonarme, queridisimos lectores, ya que jugaré con el espacio y el tiempo una vez más debido a que el día cinco de Enero no tendre las mismas fuerzas de hoy para escribir ni dos renglones. Necesito escribir sobre un tema que durante un año ha estado y ha marcado mi corazón a fuego, poco a poco. Sin las dilación procedo a lo dicho:
Recuerdo aquel último día con todo detalle. Volviamos a estar en la misma habitación en la que te dejé el día anterior, sobre la misma cama, bajo el mismo techo y, probablemente, con las mismas personas. Todos tus compañeros se habian ido, era fecha cercana a la Cabalgata y casi todos fallecieron. Recuerdo esa ultima tarde que mis padres y mi hermana viajamos hasta el hospital Virgen de Macarena a verte una vez más. En el coche, de camino volví a escuchar música para no pensar en lo que me esperaría en el hospital. Solo podía escuchar grupos como ACDC o SOAD, ya que algun género más lento me habría causado el llanto. A la entrada todo estaba lleno de luces. Habia un árbol de navidad muy grande al lado del parking y recuerdo que cada vez que pasaba me quedaba mirando como cada pequeña luz de ese árbol brillaba con menos intensidad que el dia anterior. Quizás fuese yo.
Al lado de la recepción habian puesto una caja solidaria para niños sin padres que, desafortunadamente, no tenian familia y no podrían disfrutar de unas navidades como tú o como yo. Tu habitacion estaba en la planta tres. Aun lo recuerdo. Incluso a veces se me viene a la cabeza el olor que ella desprendía.
Mi corazón siempre daba un grito de auxilio cuando te veía en aquella cama blanquecina, delgado como nunca habias estado, enchufado a maquinas, rodeado de los seres que más te quieren. Recuerdo que aquella tarde mientras estabamos convenciendote que en pocos dias estarias comiendo polvorones con todos en casa recibí una llamada de una muy buena amiga y me salí cinco minutos a hablar con ella. Hoy en día echo en falta esos cinco minutos contigo, abuelo.
Recuerdo que las enfermeras se me acercaban y me preguntaban y yo era Lydia, ya que él solo se contentaba cuando yo estaba en la habitación. Creo que es porque yo era la única que no lloraba en su presencia. Siempre con la misma sonrisa que el recordaba desde pequeña. Siempre alegre. Siempre...
No podia pronunciar apenas palabras y muchas veces las lagrimas acudian a tus ojos buscando ser oidas y comprendidas. Sabias que no saldrias de ahí.
Recuerdo que lo último que oi de tus labios, lo último que pronunciaste en mi presencia fue: Adios guapa. Mi contestación fue un "hasta mañana". ¡Que ingenua! No habría mañana. El día de mañana se lleno de oscuridad, de llantos, gritos al cielo, negatividad y preguntas sin contestar. Se lleno de arrepentimientos de años pasados, de cosas que no debieron ocurrir, de mil noches sin dormir, debido a tu recuerdo. A un: Adios guapa, que aún sigue en mi cabeza.. aún.
Fuiste mi ejemplo de lucha a una causa perdida y el peor regalo que me han echo en toda mi vida. Fuiste la causa de mucho sufrimiento en el presente consecuente de mucha felicidad en el pasado. Te quiero...
(Mi corazón y mis ojos necesitan respirar... disculpen)